miércoles, 20 de junio de 2007
Crónicas de una historia que busca un final (1)
Joaquín se dejaba hundir en el sofá. Disfrutaba la suavidad de los cojines, el perfume a café, el calor del fuego a su izquierda, la música de Serrat. La baja intensidad de la luz lo hacía sentirse protegido y confiado. Tanta comodidad, no habitual para él en esta última etapa, le era extraña pero placentera (ojos cerrados, mente dispersa). Tanta comodidad, desde hace tiempo añorada por él, por poco y le hace olvidar de la mujer a su derecha (ojos abiertos, mente lúcida). Ella, Alejandra, curiosamente, sentía que como pocas veces en su vida la conversación fluía sin incomodidades. Hablaba con alegría. Él escuchaba con comodidad. Y si aparecían los silencios, tan indeseados en esos casos, se hablaban con la mirada, que muchas veces dice lo que por cobardía los labios no pronuncian. Joaquín se dejaba hundir en el sofá sintiéndose cada vez mejor. Alejandra ya no hablaba. Ambos ocuparon sus labios (ojos cerrados, mentes ilusionadas).
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