sábado, 30 de junio de 2007

Ocho cosas...

Es una respuesta a la invitación del Alejo. Ahí les va:

a) Cada jugador cuenta 8 cosas de sí mismo.
b) Además de las 8 cosas, tiene que escribir en su blog las reglas.
c) Tiene que seleccionar a otras 8 personas y escribir sus nombres o blog.
d) Por supuesto, no hay que olvidarse de dejarles un comentario pa' que estén enteradas.
  1. Entrené en las inferiores de la LIGA; ahí pensé que iba a ser futbolista, hasta que un negrito, con una habilidad que nunca antes había visto, me dejó en ridículo en una práctica. Dejé mi ilusión pa´otro rato. Pero lo curioso es que aquel negrito ahora juega en la LIGA y en la selección ecuatoriana: se llama Luis Bolaños.
  2. De niño fui hincha de Barcelona. Gracias a Dios cambié.
  3. No seguí Literatura por ahuevado.
  4. Coincido con el Alejo: odio que me hablen mientras veo el fútbol.
  5. Si no voy a la cancha de la LIGA cuando juega de local, siento, aunque no me crean, ganas de llorar. Y si el equipo pierde, no quiero hablar del tema por un día.
  6. Me encanta el queso: todo tipo de queso. Cualquier comida con queso la como.
  7. Siento que el mejor futbolista que vi jugar se llamó Carlos Ernesto Berrueta, uruguayo.
  8. Soy extremadamente organizado con las cosas de mi cuarto. Me pone de mal humor cuando entran en mi cuarto sin permiso y cogen o mueven cosas jaja.

La mayoría que conozco que tienen blog ya están invitados; así que agrego a estas personas:

Carlita Gordón.

Salomé

Pao

Juanpa

miércoles, 20 de junio de 2007

Crónicas...

A continuación leerán parte de una historia que la armo de a poco, por sorbos. Es una historia tan mítica como real. Esta copilación de intentos de cuento pretende exponer un relato que, seguramente con los comentarios de todos, puede encontrar un final. Empecé a escribirlo hace 6 meses más o menos, pero no tengo ni idea de cuándo terminará... Depende también de los caprichos de la memoria.

Crónicas de una historia que busca un final (1)

Joaquín se dejaba hundir en el sofá. Disfrutaba la suavidad de los cojines, el perfume a café, el calor del fuego a su izquierda, la música de Serrat. La baja intensidad de la luz lo hacía sentirse protegido y confiado. Tanta comodidad, no habitual para él en esta última etapa, le era extraña pero placentera (ojos cerrados, mente dispersa). Tanta comodidad, desde hace tiempo añorada por él, por poco y le hace olvidar de la mujer a su derecha (ojos abiertos, mente lúcida). Ella, Alejandra, curiosamente, sentía que como pocas veces en su vida la conversación fluía sin incomodidades. Hablaba con alegría. Él escuchaba con comodidad. Y si aparecían los silencios, tan indeseados en esos casos, se hablaban con la mirada, que muchas veces dice lo que por cobardía los labios no pronuncian. Joaquín se dejaba hundir en el sofá sintiéndose cada vez mejor. Alejandra ya no hablaba. Ambos ocuparon sus labios (ojos cerrados, mentes ilusionadas).

Crónicas de una historia que busca un final (2)

La primera visita la hizo acompañado de un amigo. No porque, en algún nivel subconsciente de la mente de Joaquín, tema la interactuación a solas con Alejandra, sino porque hasta ese día Joaquín no sabía la ubicación del domicilio de su novia; su amigo, que conocía a Alejandra anteriormente, lo guió. La casa no era grande. Pero era suficiente para las dos personas que vivían allí: Alejandra y su madre. Lectores minuciosos y altamente sensibles, podrían llegar a resentirse si supieran que, junto a las mujeres, convivía un gato. Gato que no fue tomando en cuenta a la hora de enumerar los seres que habitaban la casa. No obstante, para la tranquilidad de este relato pero la intranquilidad de aquellos más susceptibles, el gato murió no mucho despúes de esta primera visita.Alejandra no recibió a Joaquín (ni a su amigo, que para este momento ya era un estorbo) dentro del domicilio. El encuentro se desarrolló en la vereda, bajo las luces de la avenida y de una luna que apenas se atisbaba entre la nubes. El diálogo, que teórica y usualmente lo participan dos, esta vez tuvo tres actores. La actriz de reparto fue Alejandra. Los dos protagonistas principales, Joaquín y su amigo, monopolizaron la conversación. No porque no querían que Alejandra forme parte de la charla, la razón obedecía a un comportamiento social simple. Joaquín y su amigo, producto del tiempo que se conocían, se sentían más cómodos hablando entre ellos. Alejandra lo comprendía y, por momentos, lo aceptaba. Sin embargo, tenía claro que en pocos meses la situación cambiaría. Horas más tarde, Joaquín contestó el teléfono de su casa.

Crónicas de una historia que busca un final (3)

...entonces, ahí nos hablamos.

Esas fueron las últimas palabras de Joaquín al teléfono. No un chao, que duermas bien, que descanses, sueña en mí, o cualquier otra frase rápida y fácil que sirva de epílogo de una conversación telefónica que, con mucho esfuerzo de ambas partes, se prolongó por media hora. No fueron pronunciadas, obviamente, oraciones como te quiero mucho o, peor aún, te amo.En realidad, y con exactitud, Alejandra y Joaquín hablaron por 27 minutos y unos pocos segundos más. Los segundos necesarios para la despedida de Joaquín: entonces, ahí nos hablamos. La pausa que, por motivos de puntuación, se expresa con una coma, representa casi la mitad de los segundos transcurridos durante la frase. Con exactitud, entonces, la última expresión que despidió la llamada duró 4 segundos. Si bien la relación apenas empieza, muchos coincidirán si decimos que el tiempo dedicado por Joaquín, casi efímero, para despedir a Alejandra, es el primer desacierto como novio. No sabemos, o al menos yo, como su narrador[1], los motivos específicos por los cuales el novio no se empeñó en insinuar palabras de cariño y aprecio hacia la novia. Sin embargo, podemos especular. Ejercicio, además, indispensable, debido al espacio otorgado a la imaginación, para escribir un relato. Por un lado, podemos suponer que Joaquín teme al compromiso con una muchacha. Lo cual implicaría muchas inseguridades y traumas que, por efectos de composición del cuento, no serán explicadas. La otra opción: que simplemente se haya arrepentido del compromiso recientemente adquirido. Pero no descartemos, ni más faltaba, la posibilidad de que, la enorme ilusión que Alejandra produce en Joaquín, provoque en el interior del hombre una suerte de contrasentido en el que las palabras deciden el curso contrario de las intenciones. O, simplemente, algo se dijo en esa charla que no dio lugar a otra despedida.Entonces, ahí nos hablamos... ¡Vaya frase para despedir a la novia! O quizá Alejandra, que derramó su vaso de limonada mientras hablaba, quedó en llamarlo después de secar su ropa.

[1] La intención irónica de esta última aseveración es evidente. Si yo, como narrador y dueño de la historia, no conozco algún aspecto de la misma, menos ustedes como lectores. La aclaración la hago para la tranquilidad de los más ortodoxos en las técnicas de narración. Para mantener, como si fuera ley, la consistencia en el relato.

¿Por qué el fútbol?


Esta opinión la armamos junto con mi hermano; y surge gracias a las entrevistas realizadas a Nelson Reascos (decano de la Facultad de Sociología) y Alfonso Laso (periodista deportivo).

Qué que más cotidiano que a alguien le guste el fútbol...












El fútbol sólo se puede comprender desde la base misma de lo social y lo cotidiano; su aprehensión supera las propias barreras del deporte y se extiende hasta ámbitos inimaginables. Es un juego para el mendigo y el empresario, para el africano y el albino, es un juego sin dueños pero de todos.


Hace aproximadamente cuarenta años, el deporte, y específicamente el fútbol, se constituyó en uno de los aspectos identitarios de nuestra nacionalidad. No obstante, no fue hasta hace ocho años que el fútbol se convirtió en ese referente (aunque efímero, referente al fin) que nos pavimenta un camino hacia una autoestima menos abatida. Existen logros en el mundo técnico y académico que también forman parte de este pelotón que estimulan la autoestima nacional. Sin embargo, el deporte es lo más vitrinal, y por ende, lo más manejado por los medios; tanto así, que incluso ha logrado una revalorización étnica. Posiblemente el deporte sea una de las pocas actividades donde podemos encontrar un estereotipo que se acerca, de manera más fidedigna, al ecuatoriano. Agustín Delgado, Martha Tenorio, Jefferson Pérez, son hombres y mujeres que se asemejan más al ciudadano ecuatoriano común.

Inmersos en la seriedad y hermetismo académico, muchos cuestionarán la validez del fútbol como un tema de discusión nacional. Aún manteniendo este criterio, tenemos que coincidir en que el fútbol es el asunto más serio dentro de lo poco serio; y es que cómo explicar que un juego, algo tan sencillo como eso, ocupe un lugar tan significativo en la sociedad ecuatoriana y mundial.
El papel del fútbol en una comunidad como la nuestra, va más allá de dos horas de catarsis espiritual donde un individuo puede descargar todo el estrés de una semana laboral. El deporte es una de las actividades que nos brindan la posibilidad de sentirnos un poco más humanos, con pasiones y arrebatos, de volver, de cierta forma, a sentirnos niños. De ahí que la actividad futbolera y todo lo que conlleva, no resulte intrascendente. Esto explica que artistas de la magnitud de Galeano, Onetti, Fontanarrosa, entre otros, hayan puesto sus ojos en el fútbol. Es una arte efímero, desenfadado.

Si bien el fútbol ha ganado un gran espacio en nuestra sociedad y por ende en los medios de comunicación con la clasificación al mundial, todavía estamos lejos de ser un país futbolizado. El éxtasis del balompié no es duradero y se sabe que no incide determinantemente en la vida del aficionado. Se podría considerar, más bien, que somos una sociedad novelizada: con novelas en todos los canales y con la tranquilidad de su rentabilidad, en proporción se ven más novelas que partidos de fútbol.

Más allá de esto, este deporte no deja de ser una industria capaz de mover a 3 800 millones de personas (espectadores de la final de la copa del mundo en el 2002). Ha permitido, además, que se le unan otras corrientes sociales para que, aprovechando el éxito deportivo, crezcan y lucren al mismo tiempo. Las empresas publicitarias han sabido tomar ventaja de la fiebre mundialista para crear un público propenso para el consumo de todo tipo de producto referente al fútbol. Sin embargo, con el apoyo de estas mismas empresas, organizaciones caritativas y dirigidas por los propios futbolistas, pueden contar con los recursos que ellos necesitan para hacer su trabajo, básicamente social. En este sentido y bajo esta consideración, el fútbol ha logrado que varias organizaciones se involucren en menesteres de ayuda social y apoyo logístico para los sectores marginados. Fenómeno que ningún otro actante social ha conseguido.

Después de todo, la conquista futbolera en una sociedad con tantas carencias, ha permitido al ecuatoriano creer que los más altos objetivos son posibles.

Rol del periodista a propósito de TINTA ROJA


Este fue un trabajo hecho para la Universidad. Sin embargo, lo publico porque me identifico con él. De alguna manera, aquí intento responderme a las preguntas que tienen que ver con la profesión que estudio. De alguna manera, intento tranquilizar mi futuro (jeje).

Qué más cotidiano que ver una película. Y que más cotidiano que reflexionar... por eso este trabajo


Tinta Roja es un documento testificante de la batalla entre lo pragmático y lo académico. Dispone sobre la mesa los elementos suficientes para discernir entre las exigencias del trabajo y la moral y ética de las aulas de clases. Por momentos, cuesta ser periodista. Esa parece ser la consigna de una película que, en su conclusión, casi como un contrasentido, deja más dudas que certezas. Dudas, claro está, que deberán ser asumidas y reflexionadas por el espectador. Dudas, por otra parte, que guiarán esta pequeña reflexión.

Es difícil asumir que el papel de los protagonistas del film sea el estereotipo de los periodistas: primero, el que lleva años en la profesión y conoce más por la experiencia que por los libros; segundo, un muchacho lleno de vértigo y expectativas, propio de un estudiante, que piensa que la teoría debe guiar la práctica de su profesión. ¿Hasta que punto, entonces, sirve el sacrificio académico? ¿Es realmente el periodismo como la prostitución? ¿Se lo aprende en las calles? ¿Se busca informar o entretener o vender? ¿Es el periodismo la búsqueda de la verdad? ¿Estamos concientes, los que pretendemos trabajar en la profesión, del poder de los medios de comunicación? Se suma, de manera casi inmediata, a esta fila de interrogantes, una más: quizá la más complicada de responder, pero al mismo tiempo la más necesaria de esclarecer. ¿Qué es la ética periodística? De lejos, da la sensación que esta pregunta se matiza entre un conflicto moral, propio del debate del bien y el mal aristotélico, y la necesidad de cumplir un trabajo que muchas veces significa una forma de supervivencia.

Los medios de comunicación se han convertido, y esto ya es una obviedad, en una institución de poder no reconocida. Los medios saben que la exposición de los hechos a través de sus canales son la única garantía de que los acontecimientos, a los ojos de toda la comunidad, existan. Tal barbarie, hace de los medios una especie de gran juez. Y, como un juez, el medio trata de mantener la objetividad frente a los sucesos. Sin embargo, cómo hacer para que un medio, hecho de personas, pierda la subjetividad. Los lineamientos periodísticos de un medio varían, justamente, porque están conformados por personas con ideales y principios distintos: algunos con intenciones más comerciales que otros, pero todos, sin exclusión, con la convicción de que esto es un negocio. De no ser así, todos los medios masivos de comunicación tendrían la misma tendencia y objetivos.

No es necesario investigar mucho para determinar que quien maneja las ideas de una sociedad controla el destino de la misma. La influencia ideológica de la masa ciudadana es un arma medible únicamente al calor de los hechos: se percibe poco su poder hasta que sus objetivos son logrados (pregúntese esto a presidentes derrocados). ¿Cómo, entonces, toda una masa ciudadana se moviliza bajo los mismos principios e ideales? Necesitan un canalizador que sintonice y agrupe las ideas: el trabajo idóneo de un medio de comunicación. Este planteamiento, alguna vez sugerido por Mateo Requesens[1], propone entonces que los medios de comunicación son quienes, en resumen, dirigen los destinos de una masa ciudadana. A priori, esta idea podría sonar exagerada. Sin embargo, de seguir con el lineamiento de Requesens, podemos preguntarnos en qué medida, periódicos como “El Clamor” son un reflejo de las sociedades latinoamericanas. ¿La manera de hacer periodismo en nuestros países es análoga a nuestra cultura? Si aceptamos esto, entonces se admite que le medio de comunicación es un hacedor de culturas.

El papel de los medios es, pues, el de guiar, informar, y sí, también vender. Objetivos que entran en categorías distintas pero que a la vez son indispensables para que un periódico, un canal de televisión, una radio o una página de internet sobrevivan en estos tiempos modernos. Los medios de comunicación deben exponer los hechos, a riesgo de que la comunidad asuma que lo no expuesto no existe. En resumen, y de manera pragmática, ese es el papel de los medios de comunicación.

La controversia surge en el cómo desempeñar ese papel. Porque al hacerlo de maneras no convenientes, el medio puede asumir otro rol que no es propio de él: el ser un juzgador de los hechos. El cómo, entonces, es una manera de determinar la ética del periodismo. No obstante, tal menester implica, a grandes rasgos, que todos quienes estén involucrados en la profesión coincidan en una única manera de comportamiento del periodista y del medio en sí. Está claro que esto no sucede ni sucederá. ¿Cuál es la ética, entonces? ¿Es una sola o se admiten varios cómos, varias maneras de hacer periodismo?

Por el momento, y con la necesidad de encontrar una respuesta para la tranquilidad de quien escribe esta reflexión, podemos decir que la ética periodística es estar, precisamente, conciente de lo difícil que es definirla. Estar conciente, además, de todo lo expuesto antes: del poder de los medios de comunicación, de su papel masificador, de cómo es visto por la comunidad, de su importancia como decidor de los hechos importantes y poco importantes. La ética consiste en dar cuenta de esto cuando se ejerce la profesión.

Seguramente el debate será aún eterno. No obstante, ser periodista significa ver el problema desde adentro. Significa tener en sus manos un poder inimaginable para que las masas ciudadanas convivan de mejor manera en una sociedad que ve, inconcientemente, en los medios, un instrumento modelador de sus ideales.
El rol y ética del periodismo está, seguimos buscando la respuesta, en saber usar ese poder. Está en asumir esa responsabilidad. Está, de alguna manera, en saber gobernar ese poder que todos los medios lo tienen, pero que muchas veces pretenden ignorarlo.

[1] Catedrático y periodista español. Director de “Mundo Digital” periódico web.